miércoles, 12 de septiembre de 2018

Trasfondo - Kensei: Camino a Îdo

Previo a la Batalla de las Freaks Wars 2018

Muy buenas. Siguiente entrada de trasfondo del Clan Satomi. Debido a las inminentes jornadas de las Freak Wars del próximo sábado 15 y domingo 16, donde varios llevaremos nuestros ejércitos de Kensei pintadicos, escribí este relato para ambientar la batalla que allí se dará lugar.

Ante todo, esta parte de mi trasfondo personal da un salto en el tiempo con relación al último trozo que colgué. Pero esa parte no quedará incompleta y al final enlazará con lo que aquí os mostraré. Los sucesos entre medias están escritos desde hace mucho, pero entre que estoy cambiando el estilo de escritura y dotando a la historia de mucha más profundidad, además de cambiar alguna que otra cosa, voy un poco más lento de lo que me gustaría.

Aquí os dejo el texto.


La carta imperial


El día transcurría como cualquier otro. Reiko daba audiencia a los campesinos y señores de clanes vasallos que necesitaban consejo.
Un campesino con ropas amarillentas tenía la palabra. ―Mi señora, mis cerdos estaban enfermando y tuve que sacrificar a la mayoría para evitar males mayores. Solo me han quedado tres machos. Ahora mismo no dispongo de otros bienes para conseguir nuevas hembras. Le ruego que me ayude en estos momentos y se lo compensaré―. El hombre inclinó la cabeza al terminar de hablar esperando una respuesta de Reiko que le aliviara su desasosiego.
―No os preocupéis, ―empezó a decir Reiko― disponemos de algunas hembras a punto de parir. ―Dirigiendo la mirada a un par de sirvientes les dijo―. Acompañadle y dadle un par de cerdas.
―Muchas gracias mi señora, mi familia y yo os lo agradecemos enormemente. ―El campesino se fue alejando con una sonrisa e inclinando la cabeza una y otra vez.
―Agradecerme cuando volváis a tener vuestra piara. ―Acto seguido Reiko miró a su tío Katsuro que se sentaba a su derecha. Éste inclinó la cabeza a modo de aprobación.
La parte del shoin donde se encontraban Reiko, Katsuro y Nanami era amplia. Los shōji que dividían las distintas estancias habían sido sustituidos para mostrar el emblema del clan Satomi sobre un fondo de nubes. La pared frontal estaba abierta y se veía el jardín exterior con un pequeño estanque en el centro. Un par de sirvientes esperaban sentados cerca de una de las paredes a cualquier petición de Reiko.
En la siguiente habitación esperaba la próxima visita. Se trataba de Kotobuki Seibei, hijo de Kotobuki Takanori. El clan Kotobuki era una clan menor, vasallos de los Satomi. Se habían instalado al norte de Kanagawa a petición de Yasushi y se encargaban tanto de la protección de las minas de cobre como de su explotación. Últimamente las cosas no estaban yendo muy bien por esas zonas.
―Ahora mismo le recibirá ―le indicó un sirviente a Seibei. Éste estaba nervioso, aunque conocía a Reiko de la infancia, era la primera vez que tendría audiencia con ella como daimyo suyo. El sirviente empujó la puerta corredera mostrando la sala principal. Seibei se levantó y se encaminó hacia allí. Haciendo una reverencia con todo el respeto se sentó en el centro de la habitación frente a Reiko. Seibei se fijó en la compañía de Reiko, ver a Nanami ahí le aportó confianza. Tenía unos pocos años más que ella, de pequeños jugaron juntos en la Ciudad Imperial. Ahora ya era un chico algo y de espaldas anchas, había superado en corpulencia a su padre. Él le sonrió, ella disimuló una sonrisa mientras se ruborizaba levemente.
―Mi señora, es un honor poder pedir su ayuda y consejo, ―volvió a inclinar la cabeza hacia Reiko.
―Vuestra familia nos ha servido mucho años con dedicación, el honor es mutuo ―contestó Reiko con seguridad.
―Mi señora conocerá los rumores que acechan por el norte.
―Sí. Si estáis aquí me temo que serán más que rumores. ¿Me equivoco? ―se adelantó en decir.
―Por desgracia estáis en lo cierto. ―En el rostro de Seibei se dibujó una cierta tristeza―. Cada vez son más frecuentes y numerosas las incursiones que llegan desde las montañas; vienen a caballo, con brutalidad y rapidez. No les podemos hacer frente con facilidad, pues no atacan dos veces seguidas en el mismo lugar. El frío y las nevadas tampoco ayudan. ―Se notaba cierta sensación de culpa en su voz―. Nuestras guarniciones están limitadas y no damos abasto. Nos faltan hombres y desgraciadamente cada vez somos menos. ―Hizo una pausa a la espera de algún comentario sobre su relato. No hubo contestación, así que prosiguió―. Hemos sido incapaces de capturar a ninguno de estos extranjeros que vienen del norte. Recogen a los que conseguimos abatir y se los llevan de vuelta por donde vinieron ―terminó diciendo Seibei.
―Noto impotencia en vuestras palabras. ―por fin se decidió a decir Reiko―. No podemos dejar pasar estos ataques con impunidad mi querido Seibei. ―Reiko se volvió a dirigir a Katsuro, pero esta vez para hablarle―. Tío, ¿disponemos de alguna guarnición de la que podamos prescindir y mandar en apoyo al clan Kotobuki?
Katsuro sabía con certeza con cuántas guarniciones contaban y dónde estaban. De qué generales disponían en todo momento y dónde ubicarlos mejor. Esos eran rasgos que tenía en común con su hermano. Aún así, en el campo de batalla, Yasushi siempre fue mejor general.
―Ahora mismo podemos mover las tropas apostadas en la frontera sur con…―El abrupto correr de la puerta interrumpió a Katsuro.
Un hombre con ropas reconocibles del Palacio Imperial entró sin que los sirvientes lo pudieran impedir. Todos los presentes le miraron con sorpresa. Reiko le dedicó una mirada de indignación.
―¿A qué se debe esta intromisión? Estamos tratando asuntos importantes, hay vidas en juego. ―Reiko hizo notar su enfado hacia el nuevo llegado.
―Perdonar mi señora, pero este asunto tiene mayor importancia ―contestó el emisario con una reverencia―. Os traigo un edicto imperial. ―Reiko apretó los dientes al escuchar esas palabras. Desde que llegaron al castillo de Koichi en Kanagawa y se reforzó el camino hasta el mar, la Corte Imperial no les había prestado más apoyo. Ahora llegaban con más exigencias. El diplomático desenrolló el pergamino y leyó―. “La producción de arroz se ha visto interrumpida en la región de Îdo, los emisarios enviados allí no han regresado. Seguimos sin tener conocimiento alguno de los motivos del cese de alimentos desde esa zona. Satomi Yasushi, y ahora su hija Satomi Reiko, así como sus clanes vasallos, fueron obsequiados con el shugo de la región de Kanagawa por orden del consejo. Una vez más, pedimos al clan Satomi que acepte los deseos de la corte imperial y ceda una parte de sus tropas para enviarlas al kuni de Îdo. Una vez allí, explorarán la región en busca de indicios de lo sucedido, comprobarán el estado de las cosechas e intentarán descubrir lo sucedido a los anteriores emisarios.” ―Volvió a enrollar el pergamino que acababa de leer y se lo ofreció a Katsuro.
Katsuro echó un vistazo a lo que tenía entre manos y observó el nuevo sello del consejo regente. Dejó el escrito a un lado―. Hemos escuchado la petición de la corte. Enviaremos un destacamento al mando de uno de nuestros mejores generales. ―Un escalofrío recorrió la espalda de Nanami hasta ahora serena―. Comunicar que haremos llegar a la corte los detalles de los recursos disponibles antes del plazo estipulado ―acabó por decir Katsuro.
El enviado hizo una reverencia y se marchó por sin mirar atrás.
Antes que se cerrara la puerta por completo, Seibei se volvió a dirigir a Reiko―. Mi señora, el tema que estábamos tratando antes de…
―Lamento deciros esto, Seibei, ―dijo Katsuro antes que continuara― pero esos problemas del norte deberán esperar un poco más de lo debido. La corte nos requiere con prontitud y no tenemos tantos recursos para todos los frentes. Por ahora deberéis aguantar un poco más, no dudéis que lo solucionaremos. No podemos perder más hombres ni la explotación de las minas a manos de salvajes.
―Pero…―Seibei no pudo simplemente asentir.
―Por favor, marchaos ahora. ―La voz de Reiko sonó más profunda―. Mi tío ya os ha dicho que resistáis un poco más, no temáis que encontraremos una solución. Como os ha dicho, no podemos perder más hombres, hacerlo sería una estupidez. Pero por ahora volver al norte, allí seréis de más ayuda a vuestro padre, el señor Takanori, defendiendo la frontera. ―La severidad en el tono de la voz de Reiko y la seguridad en su mirada hicieron que Seibei tuviera que tragar para poder respirar de nuevo.
―Sí, mi señora ―consiguió decir sin que se notara indignación en sus palabras. Hizo una reverencia y levantó de nuevo el rostro. Seibei cruzó la mirada con Nanami, buscaba algo de complicidad en ella, pero ésta se la apartó. Ese gesto le dolió más que no conseguir la ayuda de la daimyo. Con algo de desgana se levantó y se marchó.
Uno de los sirvientes les indicó que no tenían más visitas esa mañana. Así que los tres se levantaron y se dirigieron hacia otra estancia más íntima donde poder tomar un té.


Mientras los tres caminaban por el engawa acompañados por el sonido del shishi―odoshi al golpear la piedra, Reiko aminoró el paso.
―Tío ¿por qué aceptaste sin dudar la orden imperial? No podemos enviar tropas más allá de las fronteras sin perjudicarnos de manera importante. ―La seguridad que había mostrado Reiko en la sala de audiencias se tornó duda. Prosiguió―. Y la frontera norte está siendo atacada por un enemigo al que no conseguimos plantar cara.
Katsuro se detuvo y giró levemente el cuerpo para mirar a Reiko que había quedado rezagada.
―Hay que tener complacida primero a la corte. Da igual que sea el propio Emperador o un consejo de burócratas dirigidos por un cobarde que se esconde detrás de los muros de la ciudad. Llevarles la contraria nos supondría más pérdida que beneficio. Al final vuestro padre tenía razón. ―Una contestación tajante―. Por otra parte, creo que tenemos a la persona indicada para la función que nos requieren. ―Katsuro miró entonces a Nanami―. Vuestro padre últimamente tiene hambre de protagonismo. Parece que la protección de las aldeas costeras le viene pequeño.
―Mi padre es un hombre leal a la daimyo. Nunca puso en duda el puesto que se le encomendó ―contestó Nanami sin entender a qué venía tal crítica.
―¿Eso es lo que creéis? Según he oído, dice que luchar contra los wako es cosa de imberbes. Que sus habilidades están malgastadas en esa tarea.
―¿¡Cómo os atrevéis a hablar así de mi padre!? ―Nanami alzó la voz. El ambiente se caldeaba.
Reiko se acercó rápidamente hacia los dos.
―Tío, parar. No hay motivo para molestar a Nanami. ―Reiko dedicó una mirada de desagrado a su tío mientras sujetaba la mano de su amiga para calmarla―. Comprendo que Tanosuke se sienta menospreciado donde está, y lejos de su hija. Pero tenéis razón en que él puede ser la persona más acertada para estar bajo el mando de una milicia imperial. Y si hay batalla estará encantado de participar.
Nanami miró a Reiko con temor. Ésta le sostuvo la mirada y le cogió con firmeza las dos manos.
―Nanami, tu padre es de las personas más capaces de desempeñar un papel como éste. Desde que murió mi padre, su más íntimo amigo, no ha sido capaz de volver a ser la persona que conocías. Pero creo que esta oportunidad puede ser buena para su espíritu guerrero. ―Dibujó una leve sonrisa en su rostro.
El temor y las dudas de Nanami se convirtieron de nuevo en alegría al escuchar las palabras de Reiko.
―Tienes razón, últimamente no he estado con él, pero antes que se fuera hacia la costa ya estaba algo desapegado. Creo que le será bueno una pequeña aventura.
―Pues decidido. Tío, dispón de todo lo necesario para avisar a Tanosuke de su nuevo destino. Proporciona los hombres necesarios para que la corte real no se sienta decepcionada. ¡Ah! Y permite que Nanami y su padre disfruten de la compañía del uno con el otro durante todo un día antes de su partida. Eso les animará a ambos.
Katsuro asintió con la cabeza. ―Como queráis, mi señora. ―Y de nuevo con una reverencia se alejó de las dos muchachas que se quedaron paradas frente a una puerta entreabierta.
Reiko se volvió hacia Nanami con una sonrisa tímida.
―¿Qué te parece si entramos y jugamos una partida a shogi?
Nanami únicamente respondió con una gran sonrisa y un asentimiento rápido de cabeza.


Tanosuke no tardó más de un día en regresar a Koichi y lo primero que hizo al llegar fue presentarse ante Reiko.
Lo acompañaron hasta una sala menor del palacio donde estaban reunidos alrededor de una mesa: Reiko, Katsuro, Masaki Eijiro, Himura Yasunobo y su propia hija Nanami. Ésta se alegró al ver de nuevo a su padre.
―Bienvenido Tanosuke ―saludó Reiko al recién llegado―. Veo que os habéis dejado bigote, ¿a qué es debido ese cambio? ―Aunque ya sospechaba el motivo, quiso escucharlo de los mismos labios de Tanosuke.
―Es mi forma de rendir duelo a vuestro padre ―respondió éste.
―Os agradezco el gesto ―asintió Reiko con la cabeza.
Tanosuke, desde la puerta, consiguió percibir como Katsuro recogía de la mesa lo que le pareció un mapa y se lo guardaba dentro del kimono. Supuso que sería de lo que estaban tratando antes de que él llegara. No le dió mayor importancia.
―Fue una sorpresa recibir una carta pidiendo que regresara para una nueva tarea. Los días en la parte norte de la provincia se me estaban haciendo muy largo lejos de mi hija. ―Tanosuke dedicó una sonrisa sincera a su hija que ésta le devolvió.
―Sí, no hemos dado cuenta que fue un error el apartaros de su lado. Lo mismo que el enviaros al norte, donde parece que vuestras habilidades estaban desaprovechadas ―le respondió la daimyo―. Pero nos llegó una carta desde la Corte Imperial pidiendo nuestra ayuda en un asunto en Îdo. Mi tío Katsuro cree, muy acertadamente en mi opinión, que ésta sería una tarea perfecta para alguien como tú, “tío”.
Tanosuke no pudo evitar sentir un delicado tono de desdén en las palabras de Reiko, pero era su daimyo y la hija de su difunto amigo, debía tragarse su orgullo por respeto.
―¿Y de qué se trata, si puedo saber? ―mostró curiosidad y al mismo tiempo duda.
―Como he dicho, la Corte Imperial pide ayuda militar para una inspección en la provincia de Îdo ―repitió Reiko leyendo por encima el edicto que trajo el emisario―. Según dicen, los suministros de arroz de esa región han cesado y es necesario averiguar porqué. Nos piden apoyo y hemos pensado que seáis nuestro enviado al cargo de las pocas tropas que podemos mandar en estos momentos. ―Reiko intentó discernir qué estaba pensando Tanosuke en esos momentos, la expresión de su rostro no decía nada―. También os acompañará Koyama Gihei como vuestro subalterno. Es un joven general en el que tenemos grandes esperanzas. ―terminó diciendo Reiko.
―Mmm, creo que nunca he oído hablar del clan Koyama. ―El nombre no le sonaba de ninguno de los clanes vasallos de los Satomi.
―No es de extrañar ―le indicó Reiko―. Es el segundo hijo del clan Koyama de la región de Kumogakure. Se quedará con nosotros un tiempo como símbolo de amistad entre los dos clanes. Así que esperamos lo tratéis bien y le enseñéis todo lo que podáis. ―Reiko le dedicó una cordial sonrisa.
―Bien, si así lo desea mi señora, así lo haré.
―¡Oh! se me olvidaba comentaros otra cuestión. Mientras acabamos los preparativos para vuestra partida hacia Îdo, sería de mi agrado que pasarais las próximas horas con Nanami. Seguro que tenéis mucho que contaros. ―Reiko mostraba entusiasmo por reunir padre e hija de nuevo.
―Sí padre ―dijo por fin Nanami. Ésta se incorporó de un salto―. Vas a hacer un viaje largo y no hay tiempo que perder. Tengo mucho que mostrarte. ―Recuperó un poco la compostura y agachó la cabeza en dirección a Reiko―. Gracias por esta oportunidad de estar con mi padre, “hermana”. Si me disculpas…
―Por supuesto Nanami, cualquier cosa para que verte feliz. ―Reiko se volvió a dirigir a Tanosuke una vez más―. Disfrutar juntos este tiempo, los preparativos estarán listos en un día.
―Sí mi señora, gracias por esta nueva tarea que me encomendáis, no os decepcionaré ―Tanosuke hizo un reverencia―. Y gracias de nuevo por este tiempo para estar con mi hija, lo aprovecharé al máximo.
Nanami cogió a su padre por el brazo y ambos se fueron hablando y riendo.
Reiko y Katsuro despidieron a las otras dos personas presentes en la mesa. Una vez se quedaron solos retomaron la conversación.
―¿Está todo listo? ―preguntó prudentemente Reiko a su tío.
―Sí, tiene bien claro cuál es su verdadera tarea. No habrá ningún problema.

―Eso espero. No sería agradable que Nanami descubriera la realidad de lo que va a ocurrir. ―Reiko miró a la puerta cerrada, recordando el rostro alegre de su amiga momentos antes.

Continuará...


Hasta aquí el relato. Aunque tengo en mente lo que quiero que ocurra y cómo ocurra, todo dependerá al final de cómo transcurra la batalla...

Nos vemos por las Freaks a quien se pase por allí. Un saludo a todos.

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