martes, 4 de septiembre de 2018

Trasfondo - Kensei: Clan Satomi

Inicio

Muy buenas.

Hoy os traigo algo nada habitual por el blog. Se trata de trasfondo escrito por mi para acompañar el clan kuge que estoy pintando y con el que jugaré habitualmente, siempre que se de la ocasión.

Decir que este trasfondo es una nueva interpretación del que ya escribí hace tiempo para un concurso de relatos de Kensei, pero con otro estilo diferente. Espero que tenga continuidad, por lo menos enlazar con lo que ya tengo escrito para la batalla grande que se dará en las Freaks Wars dentro de 2 semanas.

Ahora os dejo con el relato.


Destino incierto


La noticia corría como una chispa por la pólvora. El Emperador había desaparecido. ¿Cómo podía ser eso posible? Iba con una guarnición entera hacia su retiro anual. ¿¡Cómo ha podido suceder!?
Lo días siguientes al inesperado acontecimiento fueron los más caóticos que recuerda Yasushi. Satomi Yasushi, de la casta de los Kuge, siempre supo cómo encarar los problemas, hasta ahora. Ninguno de los distintos clanes Kuge ni Buke que se encontraban en la Capital Imperial supo reaccionar. Algunos decidieron dejar la capital y dirigirse hacia sus tierras, otros permanecieron a la espera de nuevas noticias.

“¡Yasushi, deprisa, están llamando a todos los clanes!” le instó Yamashiro Tanosuke desde el linde de la puerta. La voz de Tanosuke parecía agitada.
Yasushi, sorprendido, levantó la mirada de los pergaminos en los que estaba trabajando, todo burocracia mercantil. Miró a su amigo Tanosuke a los ojos y percibió la urgencia en ellos. Sin pronunciar palabra dejó el pincel en el tintero, se levantó, se colocó bien el haori y siguió a Tanosuke hacia el palacio.
En uno de los patios de entrenamiento de los cuarteles cercanos al palacio se empezó a concentrar gente. Ahí estaban los Natsuka , Akizuki y Chiba de los Kuge; Mizuno, Yui, Nagao y Sagara de los Buke. Eran algunos de los clanes que se habían reunido allí. Yasushi y Tanosuke pronto se unieron a ellos. Entre los presentes estaba Masaki Eijiro, el hermano de su esposa.
Yasushi agarró fuertemente a Eijiro por el hombro.  Acercándose a su oído le preguntó con un suspiro “¿Qué es lo que está ocurriendo?” Intentaba que sus palabras no transmitieran la inquietud que sentía en esos momentos.
Eijiro ladeó un poco la cabeza pero sin dejar de prestar atención al frente. “Parece que están llegando varios emisarios desde distintas regiones de todo Hymukai. Hablan de revueltas y ataques a guarniciones.”
“Cultos Sohei se están levantando en armas en algunos templos.” La voz áspera pertenecía a Katsuro, el hermano de Yasushi, que se unió al grupo.
Ninguno de los cuatro intercambió ninguna palabra más y dedicaron todos los sentidos a quien estaba dirigiéndose a los congregados.
Quien hablaba vestía un kataginu de grandes hombreras donde se mostraba el emblema de la familia imperial. En sus manos sostenía varios pergaminos, Yasushi supuso que serían los informes traídos por los distintos mensajeros.
“Nos han llegado informes de que los wako han dejado de centrarse solamente en el mar y la costa y empiezan a avanzar cada vez más tierra adentro.” Yasushi pudo observar como le temblaban las manos mientras desenrollaba los distintos pergaminos. Esto no pinta bien, pensó. “Varios cultos sohei proclaman que se acerca la noche eterna e instan a las aldeas cercanas a unirse a ellos. Los campos de cultivo quedan abandonados perdiendo así cosechas enteras.” El representante de la corte desenrolló un pergamino más. “Grupos cada vez más numerosos de forajidos y bandidos acechan a las caravanas de comerciantes en sus rutas.” Guardó el resto de pergaminos en el cinturón. “Las guarniciones locales no dan abasto en solucionar estos problemas. El consejo ha decidido movilizar y asegurar todas las regiones de interés” Se escucharon algunos murmullos entre las personas que se encontraban allí. Algunos de asentimiento, otros de indignación.
“Ja, lo sabía,” dijo con interés Tanosuke. Agarrando el cuello de Yasushi con el brazo y dándole unas palmadas en el pecho, “llegó la hora de demostrar lo que valemos en el campo de batalla, amigo.” Acabó diciendo con una carcajada.
“Eso parece, viejo amigo,” intentó sonreír Yasushi. “Seguramente irán llamando a cada clan para darles órdenes determinadas. Nos vemos más tarde, Tanosuke.”
La gente empezó a abandonar el lugar. Yasushi hizo lo propio, dejando a Tanosuke con Eijiro, quien parece que estaba sufriendo el entusiasmo del primero. Katsuro siguió a su hermano.
“Parece que Tanosuke no ve las cosas como tú, hermano.” Las palabras directas de Katsuro no pillaron por sorpresa a Yasushi. “Esta es una oportunidad para conseguir poder dentro de los Kuge, pero sé que tú no lo ves así.”
“No necesitamos poder, hermano. Lo que necesitamos es estabilidad. Cosa que perdimos con la desaparición del Emperador.” Fue la respuesta de Yasushi a las turbias insinuaciones de su hermano. “Es muy posible que nos obliguen a mover a todo el clan y nuestros aliados lejos de aquí. A lugares que ahora mismo puede que no sean lo más seguro para mi familia.” Dijo con desesperación en su voz. “Sé que tenemos la fuerza para poder recuperar y defender esas zonas, ¿pero por cuánto tiempo? Dudo que movilizar a los distintos clanes de golpe sea lo más prudente para la Ciudad Imperial. Hay algo que no me encaja en todo esto.”
Siguieron andando juntos por las calles de la ciudad. Pasaron junto a un grupo de niños que jugaban lanzando sus menko contra los que había en el suelo. Se divertían desconocedores de las malas noticias que acababan de ser escuchadas. De algún modo eso reconfortó a Yasushi.
Pronto llegaron a la residencia del clan Satomi.
“Hermano, tengo que atender unos asuntos,” fue rápido en decir Katsuro antes que Yasushi empezara a empujar el portón de la entrada.
“De acuerdo, nos veremos en la cena.” Los dos se despidieron agarrándose por el antebrazo. Yasushi vio como su hermano se alejaba mientras él cruzaba la puerta principal.
A lo lejos, en la sala que daba al jardín, vió a sus dos seres más queridos, su esposa Riruko y a su joven hija, Reiko. Con ellas se encontraba Nanami, la hija de su amigo Tanosuke.
Reiko y Nanami eran como uña y carne. Desde que nació Reiko, Nanami era casi su sombra. Han crecido juntas desde pequeñas. Convirtiéndose en más que amigas, como hermanas. Hace ya tres años que Nanami celebró su ceremonia de genpuku, este mismo año le tocaba a su propia hija, siempre que las circunstancias lo permitieran. La idea de que su hija crecía muy deprisa era un tormento para Yasushi.
Nanami estaba cepillando el pelo a Reiko, y Reiko a su madre. Se las veía hablar y reír, como los niños de antes, desconocían las malas nuevas. Ensimismadas con sus quehaceres y sus bromas, no se percataron de la llegada de Yasushiro. Una de las sirvientas que las acompañaba le hizo una reverencia de bienvenida mientras pasaba a su lado. “Buenos días, mi señor.”
El saludo de la sirvienta pilló por sorpresa a Riruko. “Oh, querido, no te hemos oído venir,” aseguró Riruko.
“Hola padre,” se alegró Reiko. Se levantó para darle un abrazo.
“Hola cariño, veo que no perdéis el tiempo.” No dudó en devolver el abrazo el doble de fuerte.
“Sí, después de entrenar en el dojo nos hemos dado un baño. Después quise cepillarse el pelo pero lo tenía muy enredado, así que Nanami decidió echarme una mano.”
“Muchas gracias Nanami,” dijo Yasushi. “Reiko ha heredado la belleza de su madre, pero la cabellera indómita de su padre, me temo.” Y en un arrebato de travesura removió los pelos de la cabeza de Reiko con la mano, volviéndola a despeinar.
“¡No, padre! Todo el trabajo con el cepillo arruinado. Ahora tendré que sufrir de nuevo los tirones de Nanami.” Reaccionó con mala cara la joven.
Entre los refunfuños de su hijas, las quejas de Nanami por las malas críticas y las risas de Riruko por la situación, el corazón de Yasushi volvió a respirar aliviado, por un breve tiempo.


Y hasta aquí el relato por ahora. Espero que os guste. Y no dudéis en dar vuestra opinión. No suelo escribir y cualquier comentario será de gran ayuda.


Un saludo a todos.

No hay comentarios :

Publicar un comentario