domingo, 9 de septiembre de 2018

Trasfondo - Kensei: Clan Satomi (II)

Fin del Capítulo 1


Era por la mañana. Yasushi anduvo hasta el dojo familiar. Desde fuera reconoció los gritos de esfuerzo de su hija. Reiko entrenaba cada mañana junto a Nanami, Seibei; el hijo de Kotobuki Takanori, y Mieko; la propia nieta del sensei que dirigía el dojo. El mismo sensei que entrenó a Tanosuke, su hermano Katsuro y a él.
Intentó entrar sin hacer mucho ruido y no distraer a los alumnos. Vio a su hija enfrentarse a Mieko. Ambas blandían un shinai, la espada hecha de bambú que se utilizaba para los entrenamientos. La nieta del sensei era un poco mayor que Reiko y su postura de defensa era mucho mejor que la de su hija. Ésta última, al percatarse de la llegada de su padre perdió de vista por un momento a su adversario. Mieko, viendo la oportunidad, no dudó en atacar y en un rápido movimiento golpeó el hombro de Reiko. Ésta trastabilló por el impacto y cayó al suelo dándose con el trasero, mostrando una queja de dolor.
―¡Reiko, levántate! ―gritó el sensei.
El hombre que Yasushi conoció hace mucho tiempo había dejado de tener el pelo oscuro y ahora una melena de color ceniza le cubría la cabeza. Su nombre era Kondo Bairei. Aunque todo el mundo lo llamaba “Kuma”, por ser grande y peludo como un oso. Pero dentro del dojo todos se dirigían a él como Sensei.
Bairei corregía a voces, como no sabía hacer de otra manera, la pérdida de concentración de Reiko, que seguía lamentándose sentada desde el suelo. Yasushi no pudo reprimir una sonrisa y recordar que él también pasó por lo mismo.


―¡Yasushi, levántate! ―el grito sonó vigoroso, provenía de alguien de aspecto imponente igual que su voz. Vestía un kimono de color marrón pardo. Su rostro estaba cubierto por una espesa barba negra y en su cabeza se recogía en un moño una evidente melena del color del carbón. Todos le conocían como Kuma, por obvios motivos. Era el sensei del dojo.
Yasushi se rascaba la parte baja de la espalda por el golpe.
―¿Estás bien, amigo?  ―Tanosuke le extendió el brazo para ayudar a levantarse. ―Me he dejado llevar por el momento ―no lo pudo negar.
―Sinceramente, aunque te contuvieras, el resultado sería igual de favorable para ti la mayoría de las veces ―reconoció Yasushi.
―¡Dejar de ser unos remilgados! ¡En una batalla de verdad el contrario no os pedirá perdón si os atraviesa el vientre! ―El Sensei permanecía al fondo de dojo con los brazos cruzados sobre el pecho y una verdadera cara de enfado en el rostro.
―¡Sí, Sensei! ―se apresuraron a decir los dos alumnos al unísono mientras hacían una reverencia a su maestro.
Desde una esquina del dojo permanecía una chica a la que la situación le parecía graciosa. Disimulaba una sonrisa tapándose ligeramente la boca con la mano, pues sabía cómo se las gastaba el Sensei si la pillaba. Se llamaba Otome.
A Yasushi no se le pasó por alto el descaro de ella. Incluso con la cabeza agachada la vio sonreír por el rabillo del ojo. Aunque sus padres ya lo habían prometido con la hija del clan Masaki, no pudo evitar que la inocencia en la sonrisa de Otome le produjera un cosquilleo en el estómago.
Otome se dio cuenta que Yasushi le observaba y rápidamente recuperó la compostura. Intentó enderezarse más de lo debido, a eso se le sumó el rubor cada vez más evidente en su rostro. Otome empezó a toser por la tensión. La nueva situación hizo que a Yasushi se le escapara una leve carcajada que provocó que Otome también riera entre toses. Pero todo fue observado por otros ojos, unos que destilaban incredulidad y severidad a partes iguales.
―¡Yasushi, Otome! Veo que todo esto os hace mucha gracia. ―El enfado del Sensei era muy evidente. La indisciplina era lo último que quería ver en sus clases y no dejaba pasar ninguna―. Bien, creo que ya tenemos los dos únicos voluntarios para limpiar el dojo cuando terminemos. Y una vez acabéis aquí ―dijo con el brazo extendido y haciendo un círculo con el dedo índice apuntando al tatami―, limpiareis de hojas el patio exterior y la zona de tiro ―señaló al exterior―. Y más os vale haber rezado suficiente a los Kami y que no caigan mas hojas después, porque pasaré a revisar el trabajo realizado ―acabó diciendo mientras apuntaba con el dedo hacia arriba.
Los dos volvieron a cruzar sus miradas, pero ahora para echarse la culpa el uno al otro.
―¿Lo habéis entendido? Porque no os he escuchado. ―La sombra en el rostro del Sensei iba aumentando con cada agravio en su dojo.
―¡Sí Sensei! ―contestó con voz segura Yasushi.
―¡Sí p...! ―Se dio cuenta a mitad de palabra, Otome quiso que la tierra la engullera ahí mismo.
―¿¡Cómo dijiste!? ―El rostro de Kamu estaba rojo de furia, parecía que en cualquier momento iba a estallar como un volcán.
―¡Per… perdón! ―consiguió decir entre titubeos mientras pedía disculpas con la cabeza―. ¡Sí Sen… Sensei, sí, perdón! ―Apretó los labios esperando el siguiente grito.
Viendo a Otome en esas aún más terroríficas circunstancias, Yasushi volvió a sentir el mismo cosquilleo de antes.


La arengas del Sensei alejaron los recuerdos de la mente de Yasushi.
Reiko ya se había repuesto y colocado de nuevo en posición. Su rostro volvía a mostrar serenidad, una de las principales lecciones de Kamu a sus alumnos. Hizo un amago de dar un paso hacia delante y Mieko reaccionó dando un paso atrás. Reiko fue ahora quien aprovechó el titubeo de su adversario y avanzó con la intención de golpear en el pecho. Su contrario fue más rápida de reflejos y pudo detener la estocada. Se sucedieron una serie de golpes. Parecía que Reiko tomaba la iniciativa y hacía retroceder a su contrincante. Pero poco duró y ahora era ella quien retrocedía mientras se defendía de los ataques de Mieko. Un intercambio rápido de paradas y defensas por ambas luchadoras. Se movía hacia delante una y hacia atrás la otra, cambiando los papeles una y otra vez. En el dojo todos aguantaban el aliento, sólo se escuchaba el entrechocar de las maderas y los pasos sobre el tatami. Cualquier otro ruido estaba ahogado por la expectación de la lucha.
Una chispa brilló en los ojos de Reiko. Un par de golpes con el shinai en el momento justo debilitaron la defensa de su contrario. Lo lograba, iba a ganar el combate frente a su padre. Pero volvió a subestimar la rapidez de Mieko. Ésta esquivó el ataque que le llegaba desde arriba, momento en el que aprovechó para balancearse a un lado y golpear el costado de Reiko, que soltó un quejido más de indignación que de dolor.
Ambas volvieron a su posición inicial y se saludaron, dando por finalizado el combate. Mieko advirtió rostro tenso de Reiko.
―Reiko, no debes creerte más lista que el adversario ―le explicó el maestro acercándose a ellas―. Piensas que vas dos pasos por delante pero es tu contrario quien va tres por delante tuyo. Todo es cuestión de serenidad y concentración. ¡Serenidad y concentración! ―Esas palabras sonaron extrañas saliendo de alguien tan grande como Kuma. Cualquiera que no lo conociera pensaría que su punto fuerte es la fuerza bruta, pero en duelo singular nunca hacía uso de ella. Sabía cuándo y dónde atacar son solo mirar a los ojos a su contrario.
Tras esta charla con Reiko, el sensei dio por concluida la clase de hoy.
Los alumnos se colocaron ordenados frente al Sensei y todos saludaron al unísono, después empezaron a retirarse.
Yasushi aprovechó para ir al encuentro de su hija. Entretanto se acercaba, observó como Mieko se aproximaba a su abuelo para hablar con él mientras éste ponía su enorme mano, pero con delicadeza, sobre el hombro de ella. Yasushi no consiguió saber de qué hablaban, pero vio como Kuma asentía con la cabeza. También reconoció a Seibei, primogénito del clan Kotobuki. Éste hizo ademán de dirigirse a Nanami, pero ella no lo vio, o quizás lo ignorara, porque se fue a reunir inmediatamente con Reiko, que permanecía quieta en el centro del dojo, con aparente rabia en su rostro.
Tras unos pocos paso Yasushi llegó donde su hija.
―Hola cariño, siento que no hayas ganado el combate, lo hiciste bien, pero de las derrotas y los consejos del Sensei se puede aprender mucho. ―tuvo a bien decir Yasushi para animarla―. Yo a tu edad solía perder frente a tu “tío” Tanosuke. A él siempre se le ha dado mejor el combate, pero es tosco recibiendo órdenes. ―Hizo un guiño dirigido a Nanami, que estaba junto a Reiko, a modo de complicidad.
―Sí. Mi padre, aunque lo intenta, no es nada bueno acatando órdenes, ni las de mi propia madre ―contestó con modestas risas.
Reiko seguía sin reaccionar. Insistía en no levantar la cabeza.
―Dejando eso de lado ―empezó a decir de nuevo Yasushi―, ambas sabréis de la situación actual y de los cambios que se avecinan ―en ese momento hablaba a ambas muchachas―. De eso mismo vine a hablar contigo, Reiko. Quería decirte…
―No me hables ahora mismo, padre ―dijo de repente Reiko enojada, levantando la vista hacia su padre―. Esto es culpa tuya. No entrenas conmigo como lo hace Nanami con su padre, o Seibei con el suyo, incluso Mieko entrena después de las clases con su abuelo. ―El tono de Reiko iba aumentando conforme hablaba―. Todos entrenan menos yo. ¡Tú solo dedicas tiempo a toda esa burocracia que es más importante que madre y yo! ―Reiko hablaba con tal rabia que Nanami retrocedió sin darse cuenta.
―¡Reiko, eso no es verdad! ―contestó rápidamente Yasushi con un temblor en la voz―. ¡Sabes que sois lo más importante para mi en esta vida! ―Yasushi se acercó más con intención que abrazarla, pero Reiko lo apartó de un manotazo.
―¡Eres un mentiroso, déjame! ―gritó, y se fue corriendo.
―Perdonarla, en verdad no piensa todo eso ―quiso Nanami disculpar a su amiga por lo sucedido. Después salió corriendo tras Reiko.
―Lo sé, lo sé… ―suspiró abatido Yasushi.
La poca gente que quedaba en el dojo fue testigo de la bochornosa escena. Kuma miraba a Yasushi desde el fondo, junto a su nieta Mieko.
Yasushi se rehizo del agrio momento y se dirigió hacia Kuma. El sensei lo esperaba con rostro serio pero afable.
―Hola Sensei ―le saludó primero como acto de cortesía―. ¿Cómo estás Mieko? ―le dedicó una sincera sonrisa a ella―. Has estado muy bien en la pelea. Parece que pronto alcanzarás a tu abuelo.
―Gracias, pero no creo que llegue nunca a tal nivel.
―¿Cómo está tu madre? Hace tiempo que no la visito.
―Tiene días buenos y malos. Desde que le diagnosticaron la enfermedad apenas sale de casa. Si me perdonáis, tengo tareas que hacer. ―Agachó la cabeza a modo de disculpa.
―Dale recuerdos a tu madre Otome ―se apresuró a decir Yasushi antes de que Mieko se alejara por la puerta.
―Lo haré ―acabó asegurando ella mientras se alejaba.
―Bien Yasushi ¿qué te trae por el viejo dojo en presencia de tu viejo maestro? No creo que fuera por ver a tu hija luchar ―carraspeó Kuma.
―Es verdad que no he seguido mucho su entrenamiento. Los tratados y contratos mercantiles no son tema de un día y consumen la mayoría de mi tiempo, pero lo de antes…
―Deja eso para otras personas, es con tu familia con quien debes tratar esos temas ―le interrumpió Kuma―. Dime claramente a qué has venido.
―Tenéis razón Sensei. Ya sabéis de las revueltas y conflictos que asolan Hymukai en estos momentos de incertidumbre. La corte ha decidido que clanes kuge y buke al completo vayan a ocupar esas zonas y las refuercen para evitar males mayores. A Tanosuke, Katsuro y a mi, junto a varios taisho más, nos han mandado asegurar el paso por las provincias de Naname, Samui y Kanagawa hasta el mar. Empezaremos un contingente grande, pero se irá reduciendo conforme ocupemos esas regiones. Quería que nos acompañaras en esta campaña. Alguien como tú nos sería de gran ayuda ―terminó de decir Yasushi intentando adivinar los pensamientos de Kuma.
El maestro se cruzó de brazos.
―Sabes que no puedo ―negando con la cabeza―. Conoces la dolencia de mi hija. No se puede mover con facilidad por sí misma y no me pienso dejarla sola.
―Podría venir también ella. Prepararemos una carromato especial para llevarla. ―A Yasushi le parecía una gran solución.
―Aquí tenemos los médicos que mejor la pueden tratar y aliviar sus dolores. No nos moveremos. ―Las palabras de Kuma sonaban a un “no” rotundo―. Pero... Mieko quiere salir de los confines de muralla y ver mundo. Su madre aceptará que vaya con vosotros si la cuidáis como es debido.
Yasushi dudó un instante si ésa era una buena decisión.
―De acuerdo ―acabó aceptando―. Mieko vendrá con nosotros. De hecho quisiera que Reiko y ella se conocieran más. Ésta puede ser una buena oportunidad.
Tras esto, antiguo maestro y alumno se despidieron con afecto.
―Que los Kami os acompañen en vuestra travesía.
―Eso espero, Sensei. Pero por si acaso… reza por nosotros ―acabó  diciendo Yasushi mientras abandonaba el dojo.


Y hasta aquí el primer capítulo del trasfondo de mi Clan Satomi de Kensei. Espero que os guste, se agradecen comentarios y sugerencias. Ayer empecé el segundo capítulo, espero no estancarme.

Un saludo a todos.

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