El Despertar...
Muy buenas. Os presento el desarrollo de la batalla que se jugó en las pasadas Freakwars 2018 y que tendrá repercusión en el trasfondo oficial. La batalla está narrada desde el punto de vista de mi clan Kuge y los sucesos que les incumben a ellos, en particular a Yamashiro Tanosuke. Es algo largo, pero espero que no se haga aburrido.
La batalla de Îdo
El tiempo y el viento acompañaron durante toda la travesía. «Un símbolo de buen augurio» pensó Tanosuke desde la cubierta del sekibune.
Tanosuke era un hombre con los pies en tierra firme, no era amigo del mar y mucho menos de subirse a un barco. El temor a morir ahogado en medio del mar y que su katana no le serviría para luchar contra las olas le creaba una impotencia que le aterraba. Tenía que mostrar toda la entereza que pudiera, no permitiría que los demás se dieran cuenta, debía morir rodeado de los suyos en el campo de batalla. Se alegró cuando divisaron tierra, ya quedaba poco para saber cuál era la verdadera situación del porqué lo mandaban a Îdo.
Cuando estaban llegando al puerto de Îdo cerca de la desembocadura de un río, vio que alguien los estaba esperando, tres personas. A Tanosuke le pareció que una de ellas portaba lo que a lo lejos distinguía como vestimenta de la corte, los otros dos llevaban armaduras y naginata.
―¿Sabéis quién es?
Tanosuke miró a su lado, por un momento no reconoció la voz de la persona que le estaba hablando. Durante los días que duró el viaje por mar se había olvidado que Koyama Gihei le estaba acompañando en esta ocasión; otros asuntos más movidos le rondaban la cabeza. Por orden de su daimyo iba a ser el cuidador de aquel muchacho que no conocía de nada… Se propuso hacer el esfuerzo de darle una oportunidad al joven, si querían que estuviera bajo su mando puede que pensaran que tenía talento.
―No, se supone que no debíamos encontrarnos con nadie al llegar aquí, pero saldremos de dudas en breve. Hoshiko, comunica a las tropas que empiecen a prepararse ―se dirigió Tanosuke a uno de sus samurái.
―De acuerdo, señor. ―El samurái se alejó gritando órdenes al resto de la tripulación.
El puente del barco golpeó el muelle con un seco sonido, Tanosuke, Gihei y un par más de samurái fueron los primeros en desembarcar.
―Debéis ser Yamashiro Tanosuke, vasallo de los Satomi, como nos indicaron en el informe que recibimos. ―La persona que los recibía vestía una sugata, Tanosuke reconoció debía de tratarse de algún consejero, asesor o alguno de esos cargos políticos de la corte, a él le parecían todos lo mismo.
―¿Quién sois? ¿Sabéis qué ocurre aquí? ¿Por qué se necesita presencia militar en una región neutral?
El diplomático quedó sorprendido con todas las preguntas de Tanosuke, aunque parecía que en verdad le divertía.
―Jo, jo, jo ―se tapaba la risita burlona con un abanico―. Ya me habían dicho que erais un hombre directo y lo he podido comprobar de primera mano. ―Entrecerró los ojos―. Mi nombre es Shimomura Norihide y soy un simple enviado de la corte para comprobar que se cumplen los designios del consejo. Soy un simple supervisor. ―Y se volvió a tapar la boca con el abanico.
―¿Entonces dudan de mi competencia? No necesito que un político me haga de niñera, señor Shimomura. ―Tanosuke intentaba esforzarse para parecer lo más respetuoso posible, pero era notable su incomodidad.
―Sabréis que con vuestras tropas estaríamos incumpliendo un edicto imperial que prohíbe la presencia de fuerzas militares en esta zona.
―Eso me temo, pero se habrá informado a los demás clanes de los sucesos que están ocurriendo aquí. Si no encontramos una solución al suministro de arroz puede ocasionar graves problemas para todos ¿cierto?
―¡Oh, sí! Por supuesto que sí. No queremos problemas con los clanes Buke, los templos Sohei ni tampoco con las familias Otokodate, evidentemente. Están debidamente informados y nos dan su permiso para actuar en beneficio de todos. Simplemente no queremos que surjan… malentendidos.
La voz aguda del emisario ponía de los nervios a Tanosuke, y por más que quisiera no podía esconder su malestar.
Norihide comprendió la situación y evitó mostrarse ofendido para no darle el placer a Tanosuke, siguió hablando al ver que nadie más le replicaba.
―Creo que tenéis trabajo por delante ―comentó en un tono menos rimbombante―, así que no os quiero retrasar más. Si descubrís algún indicio de lo sucedido, desearía que enviaseis un mensajero para comunicármelo; estaré todo el tiempo necesario en mi embarcación.
―En el caso que encontremos la razón de este asunto, daremos por concluida nuestra tarea e iremos a informar a mi daimyo para que sea ella quien decida cómo comunicárselo al consejo ―contestó Tanosuke a las exigencias de Norihide.
―¡Tonterías! Soy representante de la corte imperial y en este asunto de máxima importancia debemos priorizar la rapidez. ―La aparente indignación elevaba aún más el tono de voz de Norihide.
―A quien obedezco es a mi daimyo, a mi clan. ―Fueron las últimas palabras de Tanosuke antes de ponerse a andar y dejar a Shimomura Norihide plantado donde estaba.
Y mientras se alejaba del lugar se escuchaba al diplomático decir la última réplica.
―Vuestra insolencia tendrá consecuencias. ―dijo alzando aún más la voz y agitando el abanico por encima de su cabeza.
―¿Creéis que ha sido lo más adecuado? ―Quiso saber Gihei mientras acompañaba a su general.
―Es un mísero chupatintas, busca la gloria sin levantar siquiera un wakizashi. ―comentó con indiferencia Tanosuke―. Seguramente haya venido por voluntad propia y quiera llevarse todo el mérito de contar a la corte lo que quiera que aquí haya ocurrido. Ahora debemos centrar nuestra atención en empezar a explorar la región. ―Se detuvo mientras inspeccionaba la zona del puerto―. Acamparemos tierra adentro ―señaló con el dedo hacia el interior de la región―, dar la orden a los hombres que nos ponemos en marcha.
Una vez hubieron terminado de desembarcar todo lo necesario, las tropas Kuge abandonaron el puerto siguiendo el curso del río. La geografía de esa zona aportaba una defensa natural, por un lado estaba el cauce fluvial y por el otro la costa. No esperaba encontrar oposición en esta misión, pero su instinto militar le hacía tomar todas las precauciones posibles.
Tras un par de horas de camino, Tanosuke decidió que se empezara a montar el campamento ahí mismo. Ordenó que comenzarán a instalar las tiendas y construir un perímetro con estacas, toda defensa posible siempre viene bien.
Una vez terminada la tienda del taisho, Tanosuke desplegó un mapa con detalles de la región. Estaban señalizadas las aldeas y los campos de arroz, también un templo budista más alejado.
Tanosuke mandó exploradores hacia los distintos poblados más cercanos y comprobar qué era de su habitantes. Varios asentamientos estaban cercanos al río y mantener siempre anegados los arrozales, a los jinetes no les llevaría más de un día ir y volver con noticias. Otros pueblos estaban a dos días de distancias, Tanosuke decidió no dar el siguiente paso hasta que volvieran sus hombres.
Las primeras noticias llegaron con el alba del siguiente día, un explorador llegó a la tienda de Tanosuke que ya estaba despierto y preparado para cualquier eventualidad.
―Taisho, el pueblo de Tenjima está vacío ―El soldado parecía abatido―. No había ningún rastro de los campesinos, sólo quedaban sus aperos diseminados entre las casas.
―¿No había nada que indicara qué pasó, ningún indicio de lucha? ―No le gustaba lo que oía.
―Siento las malas noticias, taisho, pero no encontré nada. ―El explorador se disculpó con una reverencia.
―No es tu culpa, ahora descansa, gracias por tus servicios. ―Tanosuke miró el mapa que tenía desplegado enfrente, tachó el dibujo que indicaba donde estaba Tenjima.
Ese mismo día llegaron un par más de exploradores con los mismos informes pesimistas. Las aldeas estaban vacías, además los campos estaban marchitos, hacía tiempo que nadie los cuidaba y se habían echado a perder las cosechas. Tampoco hubo suerte con los emisarios de la corte. Tanosuke esperaba que los explorados que fueron más lejos volvieran con mejores noticias.
El día transcurrió tranquilo, demasiado. Tanosuke iba comprobando hacia qué otros lugares iba a mandar nuevos jinetes cuando el revuelo se formó fuera de su tienda. Otro de los exploradores estaba regresando con gritos de alarma.
―¡Taisho, taisho! ―el hombre llegó al campamento con el corcel prácticamente exgausto.
―¿¡Qué ocurre!? ―Tanosuke salió corriendo al encuentro del jinete que aún seguía montado.
―Un ejército Buke se acerca desde el norte ―dijo alarmado el soldado indicando la dirección desde donde vino.
―¿¡Cómo!? ―Tanosuke no daba crédito a las palabras que acababa de oír―. ¿Qué hacen por aquí tropas Buke, qué pretenden? ―Se quedó absorto, meditando qué hacer.
―¡Deben ser los causantes de la desaparición de los campesinos! ―no dudó en decir Gihei―. ¡Tenemos que plantarles cara, si nos quedamos sin actuar puede que seamos los siguientes!
―Os veo muy seguro de lo que presuponéis, pero dar un paso en falso sería cometer un error fatal. ¡Atacarlos sin provocación sería una deshonra! ―concluyó Tanosuke―. Pero tampoco podemos quedarnos de brazos cruzados. ―Dirigiéndose a uno de sus samurái de confianza, le ordenó que preparase a las tropas. ―Vamos a salir a su encuentro y saber qué quieren.
Tanosuke sujetó la katana y el wakizashi en el obi, se puso por encima de la armadura el jinbaori y se ajustó el kitihate en la cabeza, acto seguido salió de la tienda seguido por Koyama Gihei.
―¡Que los ashigaru avancen formando un frente cerrado! ―fueron las primera órdenes directas de Tanosuke―. Comprobar que los teppo estén cargados, pero ni se os ocurra disparar sin una orden o lo lamentaremos todos. ―La inquietud entre las tropas era palpable―. Gihei, acompaña a mis hombres, ellos saben qué hacer. Ante todo debemos mantener la calma.
El ejército Buke se acercaba, Tanosuke se subió a un pequeño montículo, suficiente para comprobar el tamaño del ejército que tenían enfrente.
―¡Arqueros, colocaros en el centro de la formación! ¡Las armas de fuego en los flancos! ―Quería estar preparado para lo que pudiera ocurrir.
Los Buke se detuvieron, debían estar a unos trescientos pasos. <> pensó Tanosuke.
―¡Señor, si avanzamos ahora podríamos dispararles con todo y esto acabaría antes de empezar! ―Gihei mostraba demasiada impetuosidad.
―¡Gihei! ―gritó Tanosuke―. ¡Un buen samurái debe conocer antes a su enemigo! Si atacamos sin ningún motivo y lo único que nos mueve es el miedo ¿de qué nos diferenciaremos de los bárbaros? ―El discurso no estaba únicamente dirigido a su subalterno, también quería que lo escucharan el resto de guerreros―. Te aseguro que nosotros…
―¡Taisho! ―Un soldado del flanco izquierdo le interrumpió.
―¿¡Qué sucede?
Entonces lo vió, otro ejército se estaba aproximando por el oeste y no parecía que fueran refuerzos de los Buke. Pudo apreciar las distintivas capuchas blancas, eran Sohei.
Un ejército Buke en el frente y un ejército Sohei llegando por el flanco, Tanosuke no se lo podía creer. Se supone que era tarea suya el encargarse de lo que ocurría en Îdo, nadie más debería estar por aquí.
La tensión se notaba entre las fuerzas kuge, debía tomar una decisión y rápido.
―Tenemos que saber qué quieren, hay que mandar un emisario a parlamentar ―fue lo que dijo Tanosuke tras meditarlo un momento.
Una samurái de la unidad de onna―bushi se presentó voluntaria para ello.
―De acuerdo ―le comentó su taisho―. Sabes a qué hemos venido y qué queremos, lo harás bien. Confío en ti ―le alentó Tanosuke.
Los otros dos ejércitos viendo el movimiento de los Kuge hicieron lo propio, mandaron a sus respectivos emisarios a un punto de encuentro entre las tres fuerzas.
A Tanosuke le incomodaba no poder escuchar lo que se debatía entre los tres enviados, debería haber ido él mismo, pero hubiera sido una imprudencia innecesaria. Sólo conseguía distinguir al guerrero buke gesticular con beligerancia, eso no le aportaba confianza.
De pronto un estruendo en la lejanía, el sonido llegaba desde el mar. Un fuerte impacto acompañado de una explosión golpeó donde estaban los tres emisarios, el guerrero Buke saltó por los aires; los otros dos enviados salieron corriendo aterrorizados.
―¿¡Qué ha sido eso!? ―gritó Tanosuke―. ¿¡De dónde vino el ataque!? ―lanzaba preguntas al aire, sabía que nadie le iba a poder responder. Cuando se disipó el humo y se asentó de nuevo el polvo pudo vislumbrar un navío mar adentro. No pudo reconocer ni la forma de la nao ni los colores de las velas, si no era un barco de las islas, ¿quiénes eran?
Otro estallido, el sonido de algo surcando el aire y una explosión entre las filas de los ashigaru. Cuerpos destrozados por el impacto volaban por los aires. La unidad armada con teppo y las guerreras samurái también sufrieron por el alcance de la detonación. Los ashigaru que quedaron vivos estaban aterrados, cubiertos de tierra, sangre y con quemaduras; Tanosuke les tuvo que gritar que mantuvieran la posición, aunque de poco servía tan pocos yari en pie.
Por suerte los Buke recibieron la colisión de un tercer bombardeo entre sus propias filas, de alguna manera eso alivió a Tanosuke.
Con el descontrol y la angustia que se generaron por este terrible suceso los soldados se agitaron, no sabían qué hacer. Debía suceder lo mismo entre los Buke y los Sohei, era un momento delicado y las malas decisiones podían cobrarse muy caras.
―Debemos mantener la calma ―gritaba Tanosuke a sus hombres―. ¡Unidad de disparo prepararos por si la hueste Sohei se nos echa encima, pero mantener las posiciones! ¡Flanco derecho avanzar hacia la costa! Sean quienes sean los del del barco deben pagar por tal injuria.
En ese momento pudo observar como desembarcaban fuerzas Otokodate, superando en gran número a su pequeño detacamento, afortunadamente parte de ese nuevo ejército se estaba dirigiendo hacia los Buke.
Y sin preverlo, una salva de flechas cayó encima de los desafortunados supervivientes de la unidad de ashigaru. El hecho de haber perdido más de la mitad de sus efectivos en el traicionero ataque desde el barco minimizó las bajas.
¡Estos sucios perros de la guerra! ¿¡Ahora nos atacan sin haberles provocado!? ―Tanosuke no daba crédito a los actos de los Buke―. ¿¡Pero no se dan cuenta que no hemos sido nosotros quienes han abierto fuego!?
―Taisho, es la ocasión perfecta para atacarlos, están dividiendo su ejército entre los Otokodate y nosotros. ¡Taisho! ―El aviso de Gihai llegó a oídos de Tanosuke.
―Por muy a mi pesar así debe hacerse, estos inconscientes están firmando su propia sentencia. ¡Arqueros, disparad!
La lluvia de flechas voló hacia las filas Buke, impactando en los soldados más adelantados. Apenas cayeron un par de samuráis, pero por lo menos retrasaría su avance. Tanosuke pudo comprobar como el flanco Buke iba a sufrir una fuerte carga por parte de los Otokodate.
Mientras las unidades Sohei se apartaban de la refriega entre los tres clanes, Tanosuke esperaba que se mantuvieran ahí y no se interpusieran en su camino.
―Las tropas Buke están muy diezmadas. ―Tanosuke veía como los soldados Buke iban cayendo frente al empuje Otokodate―. Gihei, dirige a tus hombres para hacer frente al ejército de mercaderes, ahora son el verdadero problema. Unidad de teppo, ¡disparad! ―En la voz de Tanosuke se notaba alivio y euforia al mismo tiempo.
Una pequeña columna de humo se desprendía de las explosiones de las armas de fuego, el aire se llenaba del olor de la pólvora. A lo lejos se desplomaba algún enemigo, aunque insuficientes para desmoralizarlos.
―¡Rápido, recargar! El próximo ataque les dará de lleno. ¡El resto, avanzar hacia el frente! ―ordenaba Tanosuke a las demás unidades de combate―. Si los Buke aún pretenden combatirnos, estaremos preparados.
Tanosuke empezaba a recordar cómo era una buena batalla. Agarró la empuñadura de su katana, deseando encontrar la ocasión de desenvainarla. Esperaba no haber perdido su destreza, los simples enfrentamientos contra los wako en el norte no suponían mayor esfuerzo que un entrenamiento en el dojo. En aquel momento recordó los duelos con su amigo Yasushi, que de algún modo se convirtieron en una tradición durante tanto tiempo.
Las tropas se movían por toda la zona: los Sohei aún expectantes del devenir de la confrontación; los Buke lidiando con los Otokodate cerca de la costa; mientras ambos ejércitos se acercaban cada vez más hacia las fuerzas lideradas por Tanosuke, que parecía más confiado que nunca.
Y sin previo aviso, la tierra retumbó y tembló. Los guerreros detuvieron sus ataques y vieron atónitos cómo un cuerpo cubierto por el polvo y deteriorado por el paso del tiempo surgía del mismo suelo en el centro de la batalla. Aunque portaba una armadura samurái desgastada, apenas recordaba lo que en otro tiempo podría haber sido un guerrero bushi, no era un ser de este mundo. La carne, o lo que quedaba de ella, así como la ropa, era todo jirones, sus huesos asomaban allá donde una vez hubo piel.
Su rostro no tenía expresión alguna, un brillo iridiscente emanaba de donde antes habían estado sus ojos. Los guerreros, aún dubitativos por esa aparición, observaban cómo el ser de aspecto lóbrego flotaba sobre el suelo mientras éste observaba el caos a su alrededor.
Por si ese nuevo invitado no fuera suficiente, entre las filas Sohei apareció una criatura descomunal, una criatura que desprendía muerte a su alrededor, una criatura llegada del Jigoku, se trataba de un shinigami. Tanosuke nunca había visto uno, mucho menos de tan cerca, sus hombres tampoco. Ambas apariciones causaron el miedo y terror entre los guerreros.
Cuando el temor empezaba a menguar por los nuevos reanimados, un grito ensordecedor cubrió todo el campo de batalla, algunos guerreros cayeron al suelo conmocionados, muchos otros se taparon los oídos a causa del dolor. A duras penas Tanosuke pudo entrever que el alarido venía de la criatura espectral que aún seguía inmovil donde había aparecido.
Y Tanosuke vio cómo el horror se hizo realidad, aquellos que habían caído por los disparos de cañón y flechas se levantaron de nuevo. Cuerpos destrozados a los que les faltaba alguna extremidad, soldados calcinados por el fuego, personas que de ningún modo debían estar de pie volvían a sujetar sus armas para luchar de nuevo. Desprovistos de toda personalidad que hubieran tenido en vida se abalanzaron contra los que momentos antes eran sus compañeros de armas. Pero no solo ocurría entre los Kuge, también entre las fuerzas Buke y Otokodate se levantaban los muertos. Y los Sohei no se quedaron al margen, la unidad de teppo pudo ver como el shinigami que apareció entre los guerreros budistas empezó a atacarles, incluso algunos de esos monjes se volvieron contra los suyos.
Tanosuke no entendía qué estaba ocurriendo, ¿cómo podían los muertos volver a la vida? Ni en sus peores pesadillas hubiera imaginado un escenario tan espantoso y corrompido. Pero no podía permitir que sus aterradores pensamientos le nublaran el juicio, debía mantener la cordura frente a tanta angustia.
―¡Debemos mantenernos firmes! ―les gritaba a sus hombres―. ¡Sea lo que sea esta magia corrupta, tendremos prevalecer! ¡Es deber nuestro que aquellos que murieron descansen de nuevo en paz! ―Los soldados alrededor de Tanosuke se unieron en un grito de guerra, las palabras de su general les habían insuflado confianza y valor de nuevo.
Tanosuke volvía a impartir nuevas órdenes a las unidades.
―¡Gihei, los Otokodate están siendo masacrados por los cadáveres, lo mismo ocurre con los Buke, ahora tenemos otra amenaza!
Las palabras de Tanosuke hizo que la unidad de samurái liderada por Koyama Gihei detuviera su avance hacia las tropas Otokodate y se centraran en los enemigos que había surgido a su espalda. Tanosuke también se lanzó al combate contra los ashigaru revividos que estaban atacando a los arqueros.
Los samurái de Gihei, junto con Tanosuke que iba por delante suyo, cargaron a los cadáveres andantes. Los muertos combatían con todo: yari, espadas, a manos descubiertas, incluso a mordiscos; de cualquier modo con el que conseguir acabar con sus antiguos compañeros, ahora enemigos. La melé resultante fue una mezcla de gritos y golpes, alaridos y espadazos, el caos dentro del horror.
Los guerreros se enfrentaban a los muertos, algo que nunca hubieran concebido. El hecho de ver a sus antiguos compañeros destrozados, con miembros arrancados, ojos vidriosos y mandíbulas desencajadas hacía que alguno vacilara de miedo.
Mientras el combate de Tanosuke y los revividos se encrudecía, los seres eran más resistentes que cuando estaban vivos, algunos caían pero otros aguantaban cortes y amputaciones de las katana.
―¡Debemos golpear más fuerte! ―gritaba Tanosuke a sus hombres. Pero levantó la vista y no podía distinguir bien quienes eran amigos y quienes enemigos, el combate era caótico, había perdido de vista a sus hombres.
―¡Maldita sea, esto tiene que ser obra del onmyōdō, algún brujo debe estar detrás de esta atrocidad! ―Tanosuke maldecía mientras cortaba en dos el esternón de un enemigo que luego caía al suelo―. Por lo menos vuelven a morir, espero que esta vez permanezcan…
Y de repente… “Detrás de ti”. La voz resuena en la mente de Tanosuke, algo o alguien, ¿sus propios reflejos, la voz de su amigo fallecido? le advierten. Tanosuke evita un golpe mortal, no sin sufrir un profundo corte en el muslo, de un nuevo contrincante. Pero cuando quiere observar el rostro del próximo muerto andante se da cuenta que no es una de esas criaturas.
―¿¡Gihei!? ―No cabe en su asombro―. ¿¡Has perdido el juicio!? ―le pregunta Tanosuke al joven.
―No, taisho ―responde éste sin ápice de duda en su voz―. Es hora de cumplir con mis órdenes, mis verdaderos motivos de venir hasta aquí bajo las órdenes de una vieja gloria. ―Nada en el tono de Gihei demostraba educación o respeto hacia Tanosuke.
―¿Quién te envía? traidor. ¿Acaso es el ingrato de Katsuro? ―Tanosuke pudo observar un atisbo de indignación en el rostro de Gihei, había acertado―. ¿Qué es lo que quiere conseguir con mi muerte?
―No importa quien te desee muerto y por qué, esto habrá acabado en un momento.
―Piensa bien lo que vas a hacer, es posible que tú tampoco salgas de esta situación de horror que nos rodea.
―Oh, que amabilidad por tu parte que te preocupes por mi bienestar, viejo. ―Las palabras de Gihei no podían contener más sarcasmo. Intentaba desestabilizar moralmente a Tanosuke, aunque bien parecía que no conseguía el efecto deseado.
Gihei se abalanzó sobre Tanosuke en un movimiento rápido, agarrando bien la katana con ambas manos realizó un golpe lateral; Tanosuke aunque herido, no había perdido los reflejos y pudo detener el ataque de Gihei. Las espadas chocaron sucesivamente entre ellos dos, ninguno conseguía la iniciativa; era una lucha muy igualada, uno tenía la agilidad de la juventud y el otro la experiencia de los años. Los combates entre vivos y muertos seguían a su alrededor y nadie parecía darse cuenta de ese duelo.
Por todo el campo de batalla se oían los gritos de los vivos que morían y de los muertos que vivían, si a eso se le podía llamar vida. Y entre todos esos combates se alzaba por encima de todo otro mal, el shinigami estaba destrozando a los monjes sohei con su poder. Por cada ataque de los monjes que recibía el ser colosal, éste consumía más almas que le insuflaban nuevo poder, aquella era una lucha sin fin. La unidad de teppo del clan Satomi recibió la orden de disparar a la criatura, los guerreros budistas estaban en la trayectoria y por desgracia también serían blancos de los impactos, pero los ashigaru no podían permitir que eso los devorara a todos. Abrieron fuego, la criatura rugió de dolor al recibir la salva de tiros, desafortunadamente también cayó algún Sohei.
El duelo entre Tanosuke y su supuesto subalterno seguía excluido de todo lo que les rodeaba. No quería que su adversario se percatara, pero el cansancio empezaba a hacer mella en el samurái más curtido.
―Parece que has llegado a tu límite ―consiguió decir Gihei con algo de esfuerzo entre jadeos, a él también se le empezaban a entumecer los brazos―. ¡Esto ya ha durado mucho!
Un rápido golpe de Gihei hizo tambalear a Tanosuke que perdió pie por un segundo y resbaló por culpa de la tierra batida. Cayó de rodillas apoyándose en el suelo con la mano que sujetaba la katana, estaba a merced de su adversario. Gihei vio la oportunidad perfecta y soltó un tajo vertical directo a la cabeza de Tanosuke, pero en el último segundo éste se apartó y la katana impactó en su hombro izquierdo. La falta de fuerza de Gihei hizo que fuera un corte profundo pero no mortal, la sangre empezó a salir en cascada por la hombrera y el peto de Tanosuke. Gihei quiso volver a levantar la espada, pero ésta había quedado enredada entre las placas de armadura y sus ataduras, cuanto más lo intentaba forzar más se enganchaba.
―Te dije que lamentarías tus acciones, Gihei ―las palabras de Tanosuke surgían de sus labios entre hilos de sangre, pero en su rostro se vislumbraba serenidad y certeza.
Con las pocas fuerzas que le quedaban levantó su katana del suelo y con una decidida estocada atravesó el vientre de su contrario desde el centro hacia el costado. Gihei esputó sangre sobre su adversario, soltó la espada aún atrapada en el hombro de Tanosuke y se desplomó de espaldas, soltando un último soplo de vida al golpear el suelo.
Tanosuke seguía de rodillas, sin fuerza, se le nublaba la vista y las voces y gritos sentía que se alejaban de él. A su alrededor los muertos volvían a yacer inertes y los guerreros que seguían en pie celebraban la victoria, pero tal triunfo fue un espejismo fugaz. Los muertos se volvían a levantar como si la batalla anterior no hubiera ocurrido, aunque el cansancio de las tropas era muy real. Pero a esos muertos se les unieron los últimos fallecidos en combate, entre ellos el propio Koyama Gihei. Tanosuke pudo comprender que ese era su final, no conseguía moverse; entre rabia y desconsuelo le vino el recuerdo de su hija Nanami de la que no se podría despedir y no volvería a ver. El cuerpo sin vida de Gihei, con sus intestinos mostrándose por fuera de la armadura, se acercaba katana en mano, lentamente hacia el abatido samurái. Viendo como levantaba el brazo con la espada, Tanosuke cerró los ojos esperando el golpe fatal. Pero el contacto frío de la espada nunca llegó, en su lugar el sonido de un cuerpo caer y el de un casco rodar por el suelo. Entreabriendo los ojos comprobó cómo el cuerpo de Gihei permanecía de nuevo en el suelo con la cabeza cercenada y en frente de Tanosuke se alzaba una sombra contorneada por el sol del atardecer.
―Hoshiko, cuánto me alegro de verte ―dijo Tanosuke entre dolores y desvaríos por la pérdida de sangre.
―¡Señor, debemos sacarle de aquí! ―Hoshiko se acercó a su taisho con la intención de levantarlo.
―No, no voy a dejar a mis hombres. Debo estar con ellos hasta el final.
―No podemos permitirlo. Alguien tiene que explicar lo sucedido aquí, este asunto de los muertos volviendo a la vida debe llegar a todo Hymukai.
―Ve tú, Hoshiko, eres valiente y sabes qué hay que hacer. A mi no me queda mucho más por hacer en esta vida.
―No, mi señor. Mientras luchaba contra los revividos, pude ver como Gihei le atacaba por la espalda. Perdonarme que no pudiera venir en su ayuda.
―No lo sientas, cada uno debía afrontar su propio reto, el mío fue soportar la traición. Y parece que ambos lo hemos solucionado por ahora… ―Tanosuke vio a su alrededor como se iban levantando cada vez más muertos, una y otra vez.
―No, taisho, no habéis acabado, aún tenéis la tarea de llegar al asunto que casi os arrebata la vida, debéis hacerlo por vuestro honor.
―No creo que salga vivo de aquí… ―Tras estas palabras Tanosuke perdió el conocimiento.
Hoshiko llamó a un par de samurái para que le ayudaran a llevar a su taisho hasta un caballo y atarlo a la montura para evitar su caída, no iba a permitir que muriera allí.
―Iros de esta lucha sin fin, nosotros aguantaremos a los muertos para que podáis escapar ―dijo uno de los samurái a Hoshiko.
―Que los kami y el taisho me perdonen por dejaros esta fatal tarea. ―La desesperación recorrió el cuerpo de Hoshiko.
Uno de los samurái golpeó la grupa del caballo de Hoshiko y éste se puso en movimiento arrastrando al trote el caballo donde yacía inconsciente Tanosuke. Se fueron alejando del campo de batalla en dirección al puerto, debía haber alguna barcaza pequeña que los sacara de allí; no podrían irse con el mismo barco con el que llegaron, no tenían los hombres necesarios para hacerlo navegar.
Y por casualidades de la vida, cuando llegaban al puerto donde empezó todo, Hoshiko vio como el barco del diplomático de la corte seguía atracado, con el personal de abordo preparando todo para zarpar en breve.
―Es nuestra única oportunidad, no hay nadie más que nos saque de aquí… ―murmuraba Hoshiko mientras cabalgaba hacia el barco―. ¡Eh, los del barco, dejarnos subir!
Algunos ashigaru se acercaron con los yari en mano para cortarles el paso. Por el lado de estribor se asomó Shimomura Norihide buscando el origen del inesperado revuelo que se formó en el muelle.
―Vaya, vaya, ¿venís a presentarnos un informe con vuestros avances? ―empezó a decir el diplomático con voz burlona.
En un primer momento solo se fijó en el jinete que precedía, segundos después se dió cuenta de quién iba en el segundo caballo y el estado en el que se encontraba. Se le borró de inmediato la diversión del rostro en el momento.
―Dejadles pasar y atended a ese hombre, que no muera. ¡Y por la emperatriz Suiko, acabad ya los preparativos y zarpemos, no quiero estar ni un segundo más estacionado aquí!
Tanosuke consiguió recuperar la consciencia unos segundos y ver como lo bajaban del caballo entre varios soldados, reconoció el rostro de Hoshiko entre ellos y con un poco más de esfuerzo pudo distinguir las ropas de aquel chupatintas de Norihide.
―Nanami… ―fueron las últimas palabras de Tanosuke antes de volver a desvanecerse.
Y hasta aquí el relato de las Freakwars. ¿Qué le deparará el destino a Tanosuke? ¿Está seguro quién ha urdido la traición? ¿Sacará provecho de la situación Norihide? Todas esas preguntas no las tengo claras ni yo... jajaja
Espero que tanto ésta como su primera parte os hayan gustado. Un saludo a todos.